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Todos los días, de lunes a domingo, sin descansar días festivos, las casas de apuestas reciben a clientes.
Después de dos horas de estar oprimiendo el mismo botón de “jugar”, la joven asistente pregunta extrañada:
–¿Siguen jugando con los mismos 1000 puntos?
–¡Sí!, esta máquina me dio un bono de 5000 puntos y vea. Ahora, ya me ganó 3000, pero todavía me quedan 2000. –Le responde el jugador, que no deja de mirar la pantalla en la que figuras y números bajan verticalmente y van deteniéndose hasta cruzar varias líneas en apuestas que van de centavos a pesos.
Las tarifas son mínimas, de acuerdo a las posibilidades de cada quien. 1000 puntos, equivalen a cien pesos. Hay apuestas que dejan sin aire y las opciones te la da el dispositivo.
Sin ir muy lejos, en las plazas comerciales, en la periferia de la ciudad o en las salas que antes fueron cines, hay la opción sin tener que viajar a los casinos extranjeros, del centro del país, de la frontera norte o de Centroamérica, en esta capital, hay toda una gama de juegos de mesa para satisfacer al más exigente.
Entrar a estos centros donde todo es colorido, sonidos, atenciones personalizadas de féminas y jóvenes impecables, no es problema si se cumple con las normas establecidas.
El alfombrado es perfecto, las sillas ergonómicas consintiendo el cuerpo y el botón de “jugar” en cada artefacto, hasta posee un sujetador para dejar libre el dedo pulgar y pulsar sin cansancio. Todo colmado de comodidades.
Al interior no pueden ingresar menores de edad, a menos que vaya en compañía de un adulto y en espectáculos vivos; en ningún caso, los menores de edad podrán participar en el cruce de apuestas.
Para quienes se encuentren en posesión o bajo la influencia de sustancias psicotrópicas o prohibidas, o en estado de ebriedad, el paso está impedido, lo mismo si se les detectan armas de cualquier tipo.
En el caso de miembros de instituciones policiacas o militares uniformados en servicio, podrán accesar, siempre y cuando sea para el cumplimiento de sus funciones públicas, no para jugar.
Especial atención hay para quienes intentan introducir cámaras fotográficas y de video. Estas no pasan.
Los teléfonos celulares pueden portarse, aunque la vigilancia es extrema para cada uno de los clientes. Dicen no a las fotografías, pero no explican por qué. Sólo el, ¡está prohibido tomar fotos!
Como un gran ojo, las cámaras de video del establecimiento están por todas partes, unas son muy evidentes y otras tan minúsculas que son imperceptibles. Hasta pareciera que hay una por cada cliente.
Los ojos visores, escudriñan a todos los jugadores, por aquello de las conductas que alteren la tranquilidad o el orden interior. O que sean o hayan sido sorprendidos haciendo trampa.
Los empleados, tanto de asistencia como de seguridad, están siempre “ojo al chícharo”. Pendientes de cualquier necesidad del jugador y más cuando observan que los puntos están por terminarse.
–Si usted gusta, no se pare de su asiento. Desde aquí mismo en la pantalla recargamos sus puntos. Aquí le puedo abonar con mi llavecita sin ir a la caja… –Insiste la joven al ludópata.
Y el dinero corre. Billetes de diferentes denominaciones a la mano para aumentar el número de puntos en la tarjeta y continuar apretando el botón.
Para no sufrir ansiedades también ofrecen cervezas, botanas, refrescos de cola, café, crema, galletas, emparedados y comidas completas que pueden pagarse con los mismos puntos, mediante unos tickets por el que se ingresa el código autorizado y el “pin”, que es el número de identificación personal.
Pero en casas de sorteos y apuestas más sofisticadas, el dinero que se apuesta, es ingresado a una tarjeta con chip, similar a las telefónicas y como parte de esa motivación al jugador, éste puede invitar a un amigo por el cual le obsequiarán ¡mil puntos!, por cada uno que llevé al casino.
Con la misma periodicidad con que acudan, tendrán derecho a participar en sorteos, como los ahora previstos en este mes de septiembre en la rifa de vehículos y camionetas último modelo.
Para los anfitriones, el ambiente de cada sala, ya sea de fumar y no fumar, depende del día, la hora y la concurrencia.
El tiempo, de veras que sí vuela, embebido en esa combinación de luces, sonidos e imágenes relacionadas con la historia, personajes míticos, tesoros, dinero, oro y el signo de dólar, siempre presente.
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